Combatir la violencia de género
Cintia Aguayo
comunicacion@diocesisdesaltillo.org.mx
27 de septiembre 2019.
Saltillo Coahuila.
Taller de jóvenes, prevención de violencia de género
La maestra con alegría inició la conferencia, pasó el micrófono a cada uno de los participantes y cada quien narraba sus experiencias relacionadas con la violencia. Siendo una observadora externa al taller comencé a fotografiar los rostros de las y los jóvenes que asistieron. Al observarlos a través del lente, note rostros preocupados, inquietos y angustiosos, estas expresiones se reflejaban al recordar lo que cada uno vivió.
Hubo un momento en que la maestra me pidió ser partícipe de la charla. Tome el micrófono y sentí una sensación de nerviosismo, no quería platicarles a personas extrañas mi vida personal, pero si no lo hacía me iba a sentir fuera de lugar. Observé a quienes integraban el grupo de participantes con ansiedad por conocer mi respuesta y cuando hablé, todo salió. No me juzgaron, ni se burlaron, sólo asintieron con la cabeza. Fue ahí donde supe que el propósito de estar ahí, no era simplemente escuchar una simple charla, si no que era una oportunidad para crear vínculos, empatizar con la otra o el otro y pelear la misma lucha que tanto mujeres como hombres seguimos enfrentando.
La compañía de todos estableció que el momento fuera cálido a pesar de la fría noche, la maestra Berenice explicó con experiencias, risas y ejemplos, por qué la mujer a lo largo de los años ha sido violentada, convertida en objeto, en algo que no es de valor. Conforme el tema se desarollaba, el ambiente se hacía más ameno y se genereba la confianza para que las y los asistentes expusieran sus sentimientos y su forma de pensar, una chica externó como sufrió violencia física por parte de su ex novio y violencia verbal por parte de su padre, todo con el fin de proteger a otras mujeres y que no les suceda lo mismo. Eso me hizo sentir incómoda, ya que una mujer no puede ni debe ser trata de esa manera.

Participantes al taller: violencia de género, que se llevó a cabo en casa San José. Fotografía: Cintia Aguayo
Seguía capatando los rostros con mi cámara a los participantes y de la maestra. Cada clic que daba el disparador podía ver rostros nuevos, ya no eran rostros de nerviosismo o angustia, eran rostros de seguridad y confianza. Berenice logró desenvolver el tema y adaptarlo para que las y los jóvenes que la escuchaban pudieran sacar de su alma todo aquello que llevaban guardado.
El patio de casa San José se iluminó con unas pequeñas lámparas mientras la noche caía. Lograron ese ambiente de hogar, respeto y tranquilidad. Por lo que haber escuchado todas esas experiencias fue algo totalmente nuevo para mí, conocía del tema y sabía que existía la violencia de género, pero no imaginaba cuán graves eran las situaciones que como mujer, bonita, delgada, fea, chaparrita, rellenita, jóven, vieja, alta, etcétera puedes enfrentar. Así mismo por parte de un hombre que demuestre debilidad, puede ser señalado como si no fuera un hombre de verdad.
Las experiencias que escuché esa noche las llevo en mente y corazón, pues son duras de repetir, y poco ético de escribir sin autorización, sin emabargo también sé que son cicatrices que te hacen crecer y ser una mejor persona. Algo que me quedó muy presente fue que la maestra Berenice me dijo que si no encontraba en ese momento experiencias de violencia, al finalizar el taller recapacitaría y comenzarían a surgir. Así fue, de regreso a casa me di cuenta que todas las personas tenemos marcas de violencia, sean físicas, económicas, sexuales o emocionales, y no hay motivo para guárdalas, hay que denunciarlas.